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Un lenguaje (del provenzal lenguatge[1] y del latín lingua) es un sistema de comunicación estructurado para el que existe un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales. Existen contextos tanto naturales como artificiales.
Desde un punto de vista más amplio, la comunicación indica una característica común a los humanos y a otros animales (animales no simbólicos) para expresar experiencias mediante el uso de señales y sonidos registrados por los órganos de los sentidos. Los seres humanos desarrollan un lenguaje simbólico complejo que se expresa con secuencias sonoras y signos gráficos. Por su parte, los animales se comunican a través de signos sonoros, olfativos y corporales que en muchos casos distan de ser sencillos.
Aunque casi hasta finales del siglo XX se establecía taxativamente una diferencia absoluta entre el lenguaje humano y la comunicación animal, la acumulación de gran cantidad de estudios[cita requerida] (especialmente etológicos) sugieren que muchos animales no humanos, especialmente con áreas cerebrales corticales desarrolladas (bonobos, chimpancés y otros primates, así como cetáceos —especialmente delfinidos—, aves —especialmente loros, cuervos, palomas—, elefantes, perros, gatos, equinos, etcétera) poseen formas de comunicación bastante más complejas, y más cercanas al lenguaje humano que lo supuesto por Iván Pávlov y los reflejos condicionados o los conductistas anglosajones, que reducían las actividades psíquicas a un mero circuito reflejo mecanicista de estímulo-respuesta. En rigor, Pávlov no era tan mecanicista, pero suponía al lenguaje de los animales no humanos como correspondiente a un condicionamiento clásico o primer sistema de señales (basado principalmente en el estímulo-respuesta, tras la reiteración de un estímulo que se asocia una «recompensa», que implica al circuito de premio-recompensa, o a la ausencia de la misma que genera un hábito o habitus, condicionamiento que es también común a la inmensa mayoría de los humanos), mientras que para el ser humano Pávlov supone un segundo sistema de señales, que es un salto cualitativo respecto al primero y que es el lenguaje humano, que es heurístico al estar abierto respecto al ciclo de estímulo-respuesta.[4]
La facultad del lenguaje no es el resultado de un aprendizaje, sino que es congénita, es decir, nace con el ser humano.[5] Además, se presenta de igual manera en todos los seres humanos, independientemente del momento histórico y del lugar geográfico, es decir, es universal.[5] Las lenguas pueden aprenderse y olvidarse, pero la capacidad del lenguaje, no.[5]
El lenguaje es un conjunto de signos y símbolos. Un signo es un fenómeno relacionable con otro fenómeno. Por ejemplo, la fiebre es un signo de una enfermedad, la caída de nieve es un signo de la estación de invierno, un camión de bomberos con su sirena es un signo de incendio.[6]
Un símbolo es un fenómeno, algo que ocurre que la mente relaciona con otro fenómeno. Por ejemplo, un pulgar abajo simboliza algo negativo, la luz roja de un semáforo con un mensaje de detenerse. El elemento que distingue un símbolo de un signo es el carácter deliberativo de su relación. Los signos que se establecen deliberadamente se llaman símbolos.[6]